El 28 de junio, Fundación SES y UNICEF presentaron: “Revinculación escolar de adolescentes que no asisten a la escuela: experiencias y desafíos en Argentina”. Un informe que aborda el relevamiento de 48 prácticas implementadas por distintas jurisdicciones, carteras de gobierno nacional y organizaciones sociales de Argentina, orientadas a la identificación y revinculación escolar de los y las adolescentes que no hayan concluido la educación obligatoria y se encuentren fuera de la escuela, con el objetivo de generar aportes para políticas públicas.
La educación secundaria en Argentina es obligatoria desde el año 2006, pero persisten importantes desafíos para garantizar que la totalidad de jóvenes accedan, permanezcan y completen sus estudios. En 2019 la tasa de escolarización de la población de 12 a 17 años que reside en grandes aglomerados urbanos era del 95%, este valor alcanza niveles cercanos a la universalidad. En el segmento de 12 a 14 años el alcance es del 98% y se reduce en el tramo etario de 15 a 17 años al 92%. Sin embargo, solo el 29% de los/as estudiantes que ingresan al nivel secundario, logra terminarlo en los tiempos esperados.
A este contexto preexistente, se sumó el impacto de la pandemia con consecuencias diferenciadas sobre las trayectorias académicas de las juventudes. En algunos casos afectando la socialización, el alcance de contenidos o incluso, la pérdida de contacto con la escuela.
En el informe presentado, se profundizan 7 de las 48 experiencias relevadas, que resultaron significativas por su su alcance, procedencia o abordaje. En estas se identifican aspectos como alianzas interactorales, mecanismos de participación, vínculos con las familias y capacidad de dar respuesta ante demandas. Por esto fueron analizadas en profundidad y actúan como marco de referencia para el despliegue de iniciativas contextualizadas, que aporten al diseño de políticas públicas.
En este sentido, se propone entender la escuela secundaria como un lugar de aprendizajes, solidaridad y compromiso, caminando hacia una escuela más afectiva, convocante, y abierta a trayectorias diversas. Donde las políticas públicas de inclusión educativa, puedan ser co-construidas y se otorgue protagonismo a las juventudes, promoviendo espacios para su participación y generando herramientas que permitan la identificación temprana del riesgo de desvinculación educativa.